Nunca olvidaré la
expresión en la cara de mi hijo José, al escuchar por primera vez un jaleo con
arreglo de jazz para cuatro saxofones. Sus ojos se abrieron casi tanto como sus
oídos, que jamás habían disfrutado de tan peculiar, colorido y vibrante
sonido. Con voz
quebrada exclamó:
Pa. ¡Esto
es increíble!… ¿Quiénes están tocando?
Le comenté que era un
gran músico dominicano: Juan Colón, en un CD con el que le hacía homenaje a
Tavito Vásquez, nuestro gran saxofonista y “Maestro del jaleo”. José quedó fascinado con el sonido y los
arreglos inigualables de estos merengues.
Ese día, mi hijo-para entonces con apenas 14 años- añadió a sus
conocimientos musicales, algo que él nunca había sonado: “jaleo dominicano
sazonado en Jazz”.
De la misma forma
inesperada en que en aquel entonces llegó a mis manos el CD de Juan Colón y
Manuel Tejada, es mi primo Raymundo quien esta vez me sorprende enviándome un
regalo que para mí no tiene precio: el libro de Juan Colon “Vivencias de un Músico”,
en el que encuentro no tan sólo un CD con nuevos temas y varios de los del de
Tavito, sino también con otro regalo inesperado: ¡una dedicatoria para mí, en puño y letra del
autor!
Leer esta obra no fue tan sólo un placer; fue y seguirá
siendo un honor. Juan Colón no nos narra
su vida. Más aún, conversa con nosotros bajo la sombra acogedora de una
frondosa mata de mangos. Allí nos
transporta al patio de su casa paterna, y una brisa cálida de un atardecer en Mao,
nos trae con ella las notas de su saxofón, sus relatos y reflexiones de toda
una vida llena de sacrificios y lágrimas, pero más que eso, de sonrisas y de
satisfacciones, como la de haber alcanzado el éxito profesional, superando
tantas barreras.
Me imagino que la voz de
Juan Colón ha de ser pausada, rítmica, humilde, serena y llena de paz. No tengo
el placer de conocerlo en persona, pero, me imagino que su voz, refleja la sabiduría
de una vida plena. Es la voz que sólo
un hombre de Fe y que con esfuerzo sobre humanos, ha sabido triunfar, y la que
nos brinda “en 4:40”, como parte de las estampas y peldaños de su fructífera
carrera musical.
Hombres como Juan Colón
hay que admirarlos aún más, por tener la delicadeza, el atino y la generosidad
dededicar tantas horas, como las que de seguro toma llenar esas páginas antes
en blanco, no con intención de obtener riquezas, sino de dejar un legado más
para todos los dominicanos, y con ello educarnos, dándonos pautas de
honestidad, profesionalidad, lealtad, dedicación y amor.
La música de Juan
Colon será magistral, pero su calidad humana transciende al pentagrama y lo
lleva a la cima de los hombres a los que la juventud de hoy, debiera
imitar. ¡Qué pena que dicha cima se vea
tan frecuentemente despoblada, o a veces “mal poblada”!
Me parece que
frecuentemente nuestras revistas y periódicos, no promueven “lo mejor de
nosotros”. Se pierden, como mucha de
nuestra juventud, en la alabanza e idolatría al dinero, sin importar su origen,
ni su método de extracción.
Yo no soy músico, por
tanto no puedo comentar de cómo las escalas de Jazz se repiten, ni cómo en el
merengue los tiempos fuertes son el 1 y el 3, y los débiles el 2 y el 4… Nunca
he publicado un libro; sólo me imagino lo difícil que será. Aunque he tratado dos veces en mi vida: no
toco ningún instrumento musical, pero encuentro cuatro elementos que me identifican
con Juan Colón:
1)Me fascina la música
2) Adoro a la
Ciudad de los Bellos Atardeceres: Mao
3)Me
enorgullecen mis raíces dominicanas y con mi trabajo profesional, creo haber
honrado la memoria de mis Padres.
4) Vivo para mi
Familia y mis hijos, esperando que mi obra en esta vida terrenal, sea sólo una
fracción de la que ellos puedan lograr.
Tengo que confesarles
una vez más a ustedes, estimados lectores de estas líneas escritas a 37,000
pies de altura, que no conozco en persona a Juan Colón. Aclaro esto, porque ahora, con su permiso,
quisiera dirigirme a él en forma especial:
Don Juan: espero que salud
nunca le falta, y que la vida le siga dando muchas oportunidades más de
“soplar”. Que el Señor le siga
protegiendo a sus hijos, y a los hijos de sus hijos. Por favor, dígale a Dña. Lourdes, que a ella
la admiro tanto o más que a usted. En
sus pasajes y días grises, sólo una mujer de su integridad, devoción y gran
corazón, puede mantener en pie y caminando a paso firme, no solamente a hombre,
sino a un artista. La sensibilidad humana que lleva dentro el
alma de un artista como usted, lo hacen más vulnerable al dolor y a los
inevitables “encontronazos” con la realidad de la envidia y la codicia del Ser
humano. Sin Dña. Lourdes creo que no
tendríamos hoy en las manos las “Vivencias de un Músico”.
Espero, de todo
corazón, que en un futuro pueda, junto a mi hijo José, estrechar la mano del
hijo de Don Daniel Colón y Dña. María Rodríguez. Yo me sentiré tan feliz,
honrado y orgulloso, como hoy se sienten ellos al seguir iluminando, desde el
Cielo, los caminos que a diario caminan usted y sus Seres queridos.
Saludos afectuosos y
admiración eterna,
Tony Gil
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