Por Bladimir Grullón
Muchos afirman que los resultados de los
esfuerzos que se hacen para mejorar la educación en la República Dominicana
podrán observarse en un periodo de alrededor de 15 años, sin embargo ¿Qué tan
conveniente sería sentarnos a esperar a que pase ese lapso de tiempo para luego
evaluar qué tan buenos han sido los métodos aplicados?.
“La
evaluación es un proceso continuo”, esta afirmación no se queda en ningún
taller impartido por el Ministerio de Educación referente al tema de la
evaluación educativa desde hace ya muchos años, pero casi siempre es solo una
de esas frases que se lanzan como una vana repetición que no encuentra sentido
práctico en la realidad.
Por muchos
años la supervisión educativa se ha centrado en hacer especies de “redadas” aún
bajo el nombre de “acompañamientos” para atrapar a los maestros que no tienen
lista su planificación o que no utilizan la jerga oficial del momento, que de
hecho cambian cada par de años agregando o quitando elementos, pero eso sí,
siempre con el mismo resultado: fracaso al intentar que nuestros jóvenes
adquieran las competencias que necesitan para enfrentarse al mundo globalizado
de hoy.
Y es que no
importa que se llamen Ejes Transversales o Competencias Fundamentales, el
problema no es el término utilizado ni que el plan de clases que tiene el
maestro bajo el brazo tenga uno, dos, tres, cuatro o los momentos que usted
quiera, que es como se le ha estado llamando a las etapas de desarrollo de una
clase modelo hasta hace poco. Uno de los principios básicos de la planificación
es la sencillez, se sabe desde hace mucho tiempo, en diferentes ámbitos, que
mientras más sencillo es un plan más posibilidades hay de que se lleve a buen
término.
El problema
es que nos hemos estado centrando en la fachada la “fábrica” y no en la calidad
del producto que estamos produciendo, que todavía no terminamos de darnos
cuenta de que son nuestros estudiantes.
Si uno visita una fábrica textil, automotriz o
de cualquier otra índole, la prioridad de los supervisores y controles de
calidad está en que el producto que fabrican tenga las características que el
mercado demanda. A nadie se le ocurriría que los supervisores y las medidas de
control de calidad estuviesen enfocadas en verificar si los trabajadores se
peinaron y se vistieron bien en ese día, dejando de lado la calidad del
producto.
En este
sentido tenemos diferentes niveles de supervisión en nuestro sistema educativo
cuyo trabajo sería más valioso si se centrara más en el desarrollo del alumno
que en otros aspectos secundarios.
Por ejemplo,
¿A quién le ha importado hasta ahora si los alumnos de un primer grado del
curso x de la escuela z han pasado de ser presilábicos a silábicos o a
alfabéticos en este mes? Estos son ejemplos de indicadores muy sencillos que
podrían incorporarse a un sistema de supervisión que busque el desarrollo de
competencias en nuestros alumnos.
Quiero decir que me gustaría ver visitas
sorpresa del presidente Medina, y si no, del ministro Navarro, a escuelas
primarias de sectores marginados, especialmente a los primeros grados, no para
ir a castigar a los maestros de esos niveles ni con una comitiva que valla a
montarle un teatro, sino para compartir la experiencia y dificultades de los
maestros de esos niveles para lograr los propósitos educativos. La simulación
es una rama de la informática que permite, a través de modelos matemáticos
obtener una proyección de lo que podría ocurrir en el futuro en un área
determinada de la realidad.
Hay modelos
de simulación bastante complejos, otros muy sencillos, pero lo que es cierto es
que para ello se requiere alimentar las variables que componen el modelo, y
hasta ahora en el sistema educativo nacional no tenemos claras las variables e
indicadores que deberíamos incrementar o menguar para lograr los resultados
positivos que anhelamos. De modo que no sabemos qué podemos esperar cuando ese
tiempo pase.
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